En una de sus intervenciones públicas como presidente, Rómulo Betancourt (1958-1963) anunció un conjunto de medidas extraordinarias contra la delincuencia, fenómeno que, por lo visto, ya era un azote en nuestro país en aquellos tiempos. Con determinación el mandatario y líder adeco ordenó la creación del “hampoducto”, término de su reportorio lingüístico que posteriormente, además de arraigarse, daría mucho de qué hablar. El “hampoducto”, según algunos datos que obtuvimos en diccionarios, glosarios y relatos colgados en portales de internet, es una palabra compuesta que resulta de la unión de hampa y ducto, es decir, una vía o canal para el desplazamiento, traslado, viajes, movilización, etc., de delincuentes. Y esa era la orden de Betancourt, quien parecía decidido a apelar a cualquier recurso para ponerle freno a la disparada de los índices de criminalidad.