¡Ebrio y escandaloso en la vía pública! ¿Quién controla el exceso de alcohol frente al volante?


Antiguamente, bajo el régimen que durante muchos años impusieron el Código Penal –aún en vigencia, aunque ha sido reformado varias veces- el Código de Enjuiciamiento Criminal y la Ley de Vagos y Maleantes, a los jefes civiles, prefectos y a los jefes policiales, les resultaba muy práctico apelar a su sano criterio para sancionar a los “borrachos”, “desocupados”, “vagos” y personas que consideraban una amenaza para la tranquilidad ciudadana y el orden público.

Con una orden escrita en la que estampaban su firma, estos funcionarios, que la mayoría de las veces no eran abogados, y quizá ni bachilleres, ordenaban la detención de un sujeto por determinado lapso de tiempo, que con frecuencia se extendía hasta dos años, para cierta categoría de infractores.

Y muchos “ebrios y escandalosos en la vía pública” fueron a parar por largas jornadas en los calabozos de los cuarteles de policía. A los que consideraban una amenaza mayor, les aplicaba hasta dos años de arresto que contemplaba la Ley de Vagos y maleantes. Los reincidentes y los “azotes de barrio” eran enviados a las Colonias Móviles de El Dorado, una suerte de granja agrícola ubicada en una intrincada zona selvática del estado Bolívar, donde se suponía que tendrían que trabajar y enjuiciarse, sin que existiera riesgo de fuga.

Cuenta la leyenda que alrededor de El Dorado había peligrosas fieras, además de cocodrilos y plagas salvajes, que le quitaban a más de uno las ganas de escaparse. Aunque no faltó quien dejara misteriosamente “el pelero”.

El “hampoducto” se le llamaba al puente aéreo mediante el cual las autoridades habilitaban vuelos “express” que salían de los aeropuertos de Caracas y Valencia repletos de detenidos que eran “recogidos” en diversas partes del país, con destino a las temidas colonias móviles. “Le aplicaron vagos y maleantes”, era una frase muy común para la época.

Licorerías, bares y ley del monte

¡Y cómo han cambiado los tiempos! Actualmente existen la Ley de Tránsito, el Código Penal y el COP. Pero, pese a que las dos primeras establecen la prohibición expresa y sanciones para quienes consuman bebidas alcohólicas mientras conducen un vehículo, a mucha gente no se le quita el hábito de emborracharse mientras está al frente del volante.

Las estadísticas de accidentes por conducir bajo efectos del alcohol son alarmantes en nuestro país

Hoy viernes (¡quincena!), mientras escribimos estas líneas, las licorerías ya deben estar repletas. Y numerosos automóviles y motos en fila, alineados frente a estos establecimientos, muchos de ellos sobre las aceras y hasta en doble fila, animando la merecida celebración con estruendosos ritmos de reguetón y vallenato. Entrada la noche, el escenario será igual en bares, tascas y discotecas. Luego, mucho más tarde, en avanzado estado de embriaguez, emprenderán el regreso a sus hogares, o quizá se desplacen para seguir la farra en otro lugar.

Pareciera que no hay manera de controlar esta pandemia que frecuentemente enluta a hogares venezolanos. Basta con ojear los titulares de la prensa o acercarse hasta la sala de emergencias de un hospital, para enterarse de los estragos que deja cada día el consumo excesivo de alcohol y la enorme irresponsabilidad de quienes conducen en estado de embriaguez.

¿Y los controles? Pues tenemos años sin ver a un funcionario público aplicar una prueba de alcoholemia. La mayoría de organismos de seguridad ni siquiera cuentan con ella. Así las cosas, no hay manera de que un oficial de policía detenga a un borracho y determine el grado de alcohol presente en su cuerpo. Y, aunque existen estándares internacionales que estableces estos límites, en realidad en nuestro país hay una ignorancia total sobre el tema.

Mucha gente no entiende que conducir en estado de embriaguez es, más que una falta, un delito, que, en teoría –y así lo establecen las leyes- es sancionado con prisión, multa y otras penas accesorias. Pero casi todo el mundo sabe que, pese a que conduzca borracho y a exceso de velocidad, es muy poco probable que alguna autoridad lo retenga y lo sancione de acuerdo a los preceptos legales.

Los narcotest y bafómetros están practicamente en desuso en Venezuela

Si acaso, una multa, si no es que antes le toca realizar pago “express” in situ, que resulta más práctico y menos engorroso para todas las partes involucradas.

El hábito de conducir ebrio, poniendo en riesgo la vida de muchas personas, está muy arraigado en nuestro país, donde los “líos” con la autoridad parecen resolverse con facilidad. En otras naciones, las multas son elevadísimas. Si la concentración de alcohol en el cuerpo excede determinados límites, el infractor es detenido y procesado judicialmente. De igual modo, las sanciones contemplan la suspensión por determinado período de tiempo y hasta de por vida, de la licencia de conducir.

Es decir, en muchos países el permiso para conducir vehículos le puede ser revocado de por vida a una persona que, por tener el hábito de conducir bajo efectos del alcohol o narcotizado, es considerada una amenaza para la sociedad.

Pero aquí en Venezuela no estamos preparados para ese debate.

Por cierto, es viernes, 15 ¡y el cuerpo lo sabe!

Luis Padilla Niño



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